Las
primicias, se establecieron como una rememoración de la donación bíblica de los
primeros frutos que daba la tierra a los sacerdotes. En esta época (S.XVIII)
presentan una gran uniformidad en sus beneficiarios, pero una gran variabilidad
en su tasa.
El beneficiario es casi siempre el clero local, mientras que la
tasa varía desde un celemín por cosechero y grano que sembrare (como sucede
allí donde la cosecha de cereal era casi inexistente), a seis, e incluso más,
celemines por cosechero y especie sembrada, correspondiendo pagar a cada
cosechero de cada grano que sembrare, y ello aunque la cosecha fuese corta, e
incluso se perdiese. Pero también aparecen lugares donde el acto de primiciar
ha evolucionado hacia un fijo sin relación con la cosecha, de manera que todos
los vecinos con casa abierta contribuyen con cierto número de celemines de
granos, a veces mitad trigo y centeno.
Las iglesias llevaban control minucioso de todos los ingresos por diezmos, con
relación nominal de los dadores y cantidades diezmadas fruto a fruto. A estos
libros se les denominó: Padrón de diezmos.
Todacultura.com