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Profesor de redacción, ortografía e idiomas. (español, alemán, inglés, francés e italiano) Traducción, edición y enseñanza.

domingo, 28 de febrero de 2016

GÉNERO VERSUS SEXO



Voy a iniciar con este post la publicación de algunas normas que orienten a los despistados, a los que no saben dónde buscar y a los que no encuentran aunque busquen desesperadamente (como aSusan). Me baso en un librito editado por el Instituto Cervantes,Guía práctica del Español Correcto que escrito por Florentino Paredes García hace honor a su título y es sumamente práctico. 

Un tema que induce a confusión es el del género, a menudo confundimos género y sexo. Mientras género es una propiedad gramatical que se aplica a las palabras, el sexo es una característica biológica de los seres vivos. Algunos idiomas tienen dos géneros: femenino y masculino, pero otros -como el alemán- tienen tres: femenino, masculino y neutro. En la adjudicación de un género determinado a las cosas no existe lógica alguna, la palabra mesapertenece al género femenino y la palabra sol al género masculino pero no hay ninguna razón, más allá de la etimología, para que esto sea así. De hecho conocer el género de las palabras suele ser uno de los escollos a la hora de aprender una lengua. Entre los estudiantes de español es habitual que se guíen por la terminación "a" a la hora de adjudicar el género femenino y ciertamente les servirá en general pero también se encontrarán diciendo "la sistema" o "la programa".

Veamos cómo debemos actuar en los nombres de profesiones:

Si el nombre de una profesión o cargo está formado por un sustantivo y un adjetivo, ambos elementos deben concordar en género, dependiendo del sexo del referente: debe decirse la primera ministrauna guarda juradauna detective privada, etc., y no la primera ministro, una guarda jurado, una detective privado.
La regla es clara: coherencia.

sábado, 20 de febrero de 2016

A (EN) NOMBRE DE


OBSÉRVESE EL DIFERENTE SENTIDO que tiene la expresión a nombre deen cada uno de los dos siguientes pasajes de Palinuro de México de Fernando del Paso:
        1) "Le sugiere que no altere el precio y que a cambio de ello incluya en cada frasco o en cada lata un cupón por el mismo valor y a nombre de una sociedad benefactora".
        2) "'¿Y todavía tiene leche?', preguntó Fabricio. 'Todavía', contestó Palinuro a nombre de Molkas, porque Molkas se había quedado dormido".
        En 1), a nombre de equivale a 'con destino a'; en 2), a 'en representación de, en lugar de'. Son sin duda significados distintos de la misma expresión. En el Diccionario panhispánico de dudas de la Real Academia Española, se explica que el significado de 'en representación de' debe manifestarse por medio de la expresión en nombre de, empleando la preposición en y no la preposición a (a nombre de), que conviene destinarla sólo al significado 'con destino a'.
        En efecto, esta regla se cumple en la mayor parte de los dialectos del español contemporáneo. En el español europeo, por ejemplo, es muy raro que alguien use la expresión a nombre de con el significado de 'en representación de'. Por el contrario, en el español mexicano y, probablemente, en el centroamericano y en el caribeño, no es nada raro este empleo. Ciertamente aparece más en textos periodísticos pero también en escritores de prestigio. Siguen dos ejemplos tomados de la prensa mexicana:
        "Esta aclaración, que la hacemos también a nombre de los reporteros y articulistas de nuestros medios, es con el objeto de dejar constancia de nuestra preocupación" (Proceso, 15/09/1996).
        "El general [...] refrendó, a nombre de las fuerzas castrenses, la lealtad y compromiso al presidente" (Excélsior, 19/06/1996).
        También pueden hallarse fácilmente ejemplos en buenos escritores mexicanos. Tal es el caso del texto de Del Paso transcrito al principio de esta nota o, entre muchos otros, de los dos siguientes:
        "Y el señor Arzobispo imploró clemencia a nombre de toda la Iglesia." (Vicente Leñero, Martirio de Morelos).
        "Y luego horas y horas de silencio que el joven compañero de Ángel, sintiéndose un poco héroe de Dickens que va a morir a nombre de su amigo en la guillotina, decidió emplear escribiendo mentalmente una novela" (Carlos Fuentes, Cristóbal Nonato).
        Siempre he tenido la convicción de que los que nos dedicamos a la gramática debemos aprenderla, ante todo, en los buenos escritores. Por otra parte, es evidente que los novelistas, poetas, ensayistas consagrados no aprendieron a escribir consultando gramáticas. Los tratados gramaticales no se redactan para que con ellos se formen los escritores sino para conocer, debidamente ordenadas y explicadas, el mayor número posible de las estructuras de una lengua. Ahora bien, el riquísimo, casi infinito inventario de las estructuras lingüísticas del español se halla precisamente en los buenos autores de todos los lugares y de todos los tiempos que escribieron y escriben en esa lengua. Si se me permite la expresión, en ellos está realmente la "gramática" que los lingüistas queremos describir.
        Entonces, ¿con qué derecho un gramático, bueno o malo, puede corregir la sintaxis de Fernando del Paso, de Vicente Leñero o de Carlos Fuentes? Con ninguno. Sería como enseñar el padrenuestro al obispo. Se corre además el grave riesgo de hacer el ridículo. Debe tenerse en cuenta que las diferencias, en determinadas construcciones sintácticas, pertenecientes a dos o más dialectos, no siempre o casi nunca se explican señalando que sólo una es "correcta". Pueden serlo las dos, casi siempre lo son. A veces, además, hay convincentes argumentos para defender la propiedad gramatical de dos construcciones diferentes que tienen el mismo significado. Me parece que ése es el caso de la minucia que se trata en esta nota.
        En el mismo Diccionario panhispánico de dudas se precisa lo siguiente: "No debe usarse [a nombre de] con el sentido de 'en representación de', valor que tuvo en épocas pasadas y para el que hoy se prefiere en nombre de". En efecto ese valor es observable en textos no contemporáneos. Transcribo sólo dos, ambos del siglo XVIII:
        "Cruzó la cabecera del Iguazú o Río Grande de Curitibá, la provincia del Guayra, [...] llamando a todo este territorio Provincia o Campos de Vera, de que tomó posesión formal a nombre de los Reyes de Castilla" (Diego de Alvar,Relación geográfica e histórica de la provincia de Misiones, 1790).
        "El señor de Otumba y los principales de la nobleza respondieron, a nombre de toda la ciudad, que obedecían de buena voluntad la orden" (Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México, 1780).
        Es posible que el actual empleo mexicano de a nombre de con el significado de 'en representación de' simplemente se deba a que se conserva aquí (y no en otras partes) una construcción que, con ese preciso significado, era relativamente frecuente en otras épocas. Esto, en mi opinión, no debe verse como un error sino, mejor, como una muestra más de la rica variedad sintáctica de nuestra lengua.

lunes, 15 de febrero de 2016

ABOGACÍA, SECRECÍA Y PRIVACÍA...


¿Son correctas las voces abogacía, secrecía y privacía?

 Es correcto el uso de abogacía y significa ‘profesión y ejercicio del abogado’, ‘conjunto de los abogados en ejercicio’.       
En cuanto a los vocablos secrecía privacía, se trata de la adaptación de las voces inglesas secrecy ‘secreto’ y privacy ‘ privacidad’.
El anglicismo secrecía está integrado al español y significa ‘condición de secreto’. No existe en nuestra lengua una voz equivalente. Su uso está consolidado en los ámbitos político, legal y económico.
De privacy, se derivaron dos formas en español, una con la terminación –idadprivacidad, y otra con–íaprivacía, para referirse a la ‘cualidad de privado o no público’, o al ‘ámbito de la vida privada que se tiene derecho a proteger de cualquier intromisión’. Si bien ambas son anglicismos creados de conformidad con las reglas de nuestra lengua, se recomienda el empleo de privacidad por ser la más generalizada y se desaconseja privacía en la expresión formal, así como en el uso general culto. Hay que señalar, sin embargo, que cada vez es más frecuente en América esta última voz, concretamente en México, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Bolivia y Uruguay, tal y como lo señala el Diccionario de americanismos (Asociación de Academias de la Lengua española, Lima: Santillana, 2010).

Para más información, puede consultar el texto “Privacía” de José G. Moreno de Alba, en la versión en línea de Suma de minucias del lenguaje  (México: Fondo de Cultura Económica, 2003).


viernes, 12 de febrero de 2016

¿QUÉ ES LA ABDUCCIÓN?



SABEMOS QUE LA MÁS RECIENTE EDICIÓN del DRAE (la vigésima segunda, de 2001) tiene muchos nuevos artículos (11 425) y nuevas acepciones (28 715), en relación con la entrega anterior (1992). Como era de esperarse, no faltan algunos verdaderos rarismos. Creo que como tal puede calificarse la nueva segunda acepción del vocablo abducción: "Supuesto secuestro de seres humanos, llevado a cabo por criaturas extraterrestres, con objeto de someterlos a experimentos diversos en el interior de sus naves espaciales". La primera acepción, mejor que rara, es simplemente un tecnicismo relacionado, en alguna medida, con la anatomía y, quizá, con alguna disciplina médica: "Movimiento por el cual un miembro u otro órgano se aleja del plano medio que divide imaginariamente el cuerpo en dos partes simétricas. Abducción del brazo, del ojo". Conviene señalar, por una parte, que esta primera acepción aparece ya en ediciones anteriores y, por otra, que en la vigésima se anotaba como vocablo propio de la zoología (?). En entregas anteriores el vocablo abducción tenía, además, otra acepción, inscrita en el campo de la dialéctica: "Silogismo cuya premisa mayor es evidente y la menor menos evidente o solo probable". Esta acepción es la tercera en la edición de 2001.
        Vuelvo al secuestro de humanos por extraterrestres y a sus naves espaciales. Independientemente de que pocos toman en serio estos asuntos, puede uno preguntarse, aun con la salvedad que supone la palabra supuesto ("supuesto secuestro..."), si vale la pena incluir en el Diccionario general de la lengua esta curiosa acepción, desconocida por los que no frecuentan cierto particular tipo de ciencia ficción y, tal vez, aun para ellos. Las contadas apariciones de esta voz en el corpus del español actual (de la propia Academia Española), se dan en textos periodísticos, en transcripciones de entrevistas televisadas o en pintorescos tratados de "ovnilogía" (!). No encontré un solo registro en texto literario alguno más o menos serio. De que es un rarismo no cabe duda: en el excelente Diccionario del español actual (Seco et al.) se registra el vocablo y la acepción, pero se anota la marca de raro. Sin embargo, también como raros, este diccionario añade los vocablos abducente, abducir y abductor, que, atinadamente, con excepción del último, no consideró la Academia Española.
        Termino señalando que el vocablo abducción, con el sentido de 'secuestro', parece provenir del inglés, dato no mencionado en los diccionarios. En inglés, abduction se relaciona con to abduct: "To take a person away by force. Kidnap". Curiosamente, en la vigésima primera edición del DRAE (1992), en el artículo abducción, se añadía una tercera acepción, con la marca Der. (Derecho): "Rapto". Lamentablemente en la siguiente entrega (2001) se suprimió esta acepción y, en su lugar, se anotó la larga explicación de extraterrestres (con sus naves, sus secuestros y sus experimentos), que transcribí arriba. Creo que si se hubiera dejado esa simple acepción ("rapto"), sin mayores explicaciones y, quizá, anotando su probable origen inglés, habría sido mejor solución, pues con abducción se podría aludir a cualquier tipo de rapto, el de los extraterrestres incluido

lunes, 8 de febrero de 2016

¿REDACTAR Y ESCRIBIR SON DIFERENTES?


Aunque "redactar" y "escribir" sean palabras sinónimas, la diferencia entre los conceptos que encierran -si profundizamos en ellos-es notoria. Según el diccionario de M. Moliner, redactar significa "dar forma por escrito a la expresión de una cosa".

Completamente de acuerdo. Por lo tanto, una buena redacción será la que respete la construcción sintáctica, la ortografía y, en definitiva, las reglas gramaticales al uso, además de dar lustre al estilo. "Escribir bien", indudablemente, conlleva la necesidad de redactar correctamente. ¿Cuál es, pues, la diferencia de fondo entre estos dos vocablos? Vayamos a ello.
 
Para escribir "bien", a diferencia de redactar "correctamente", se precisa del conocimiento la exactitud de cuanto se expresa: la verdad del conocimiento en sí. También, hacer asequible el texto con un lenguaje comprensible y ameno, buscar formas expresivas literarias, ordenar la estructura narrativa, elegir la adecuada adjetivación, adaptar la palabra a su fiel significación (semántica), evitar las cacofonías y las perífrasis ... y, para no extendernos demasiado en explicaciones sobre la preceptiva y la técnica literarias -que la mayoría de los socios de Letras Hispanas" conocemos-, destacaremos -al margen de reglas y de puritanismos- la virtud de la novedad literaria; cualidad ésta que, al menos en nuestra época, no se prodiga. He ahí la diferencia, "grosso modo", que aprecio entre ambos conceptos.
 
Hay muchas personas (algunas de ellas acreditadas como buenos escritores/as) que me aconsejan, convencidísimas: "Para que te salga una buena novela, olvídate de la Gramática y escribe. Lo que interesa es dar salida al sentimiento y respetar su espontaneidad y frescura. Luego, revisa". Yo, al principio de dedicarme a la narrativa, asumí tal orientación. Sin embargo, transcurrido el tiempo me he dado cuenta de que no es tan sencillo, ni conveniente, como cree la mayoría de los aprendices de escritor e, incluso, como acabo de apuntar, de ciertos "experimentados" escritores. Voy a ofreceros mi conclusión a modo de ejemplo, basándome en mi propia experiencia.
 
Antes de comenzar la redacción de una novela, de una narración breve o del género literario que elija, esquematizo en la mente mi proyecto literario y lo maduro durante meses, semanas o días, según corresponda en cada caso. Luego, ya en sazón mi idea general, abro las fichas necesarias para reflejar en ellas las características psicológicas y físicas de cada personaje. Concluidos estos preparativos, y otros de menor envergadura, comienzo la narración, deteniéndome en determinados momentos de mi trabajo para meditar sobre lo que voy a decir. Cuando estoy convencido de que lo que deseo expresar es lo correcto, entonces ya no me detienen la sintaxis, la puntuación ni la adjetivación. Lo hago de este modo, porque sé que mi mente, como la de la mayoría, está muy contaminada de ideas y de conceptos falsos. Es decir, estereotipada. Luego, sí, cuando he dado fin al capítulo, lo reviso con la pulcritud con que un orfebre se fija en los más mínimos detalles de su preciso trabajo. De lo contrario caería en el tópico, en el error y en la vulgaridad. Aun así, cuando termino un trabajo literario de cierta envergadura, lo doy a leer a conocidos y amigos para que me den su opinión. Y después, inavriablemente, le pido a un buen filólogo que pergeñe mi trabajo. Porque algo que va dirigido a los lectores merece, en atención a quienes nos leen y a la grandeza de nuestro bello idioma, las máximas precauciones.
 
Corregir después de haber escrito, sin meditar en lo que se ha expresado, es una equivocación. Si así lo hiciésemos, nos veríamos obligados a comenzar de nuevo nuestro trabajo. Es algo similar a decirle a un hijo nuestro, todavía un niño, cuando se sienta a la mesa para dar buena cuenta de su almuerzo: "Primero límpiate la boca y después come".

César Rubio (Augustus).

¿LICUA O LICÚA?

 
 
 
 

 
 
                 
 
 
 
 
 

  
En la página de la Real Academia Española se asienta que al conjugar el verbo licuar se puede, indistintamente, utilizar la palabra con tilde o sin tilde, "licúo o licuo". De todas formas, reproducimos un artículo que se publicó el 28 de octubre de 2007 en el diario El Popular, de Argentina, escrito por Ana María Bertolini, quien forma parte del equipo de la Agencia de noticias oficial de la República Argentina, conocida como Télam.

 
"Curiosidades del idioma

"¿Licua o licúa? Cuestión de acento

"Mucha discusión ha pasado sobre el acento o no en la u de licua o fragua o adecua. Ahora hay decisiones. Que pueden confundir más las cosas.

"La Real Academia Española (RAE) aceptó que licua, adecua, evacua y promiscua pueden acentuarse en la "u", sin considerar que esta decisión vulnera dos reglas ortográficas: las palabras graves finalizadas en vocal no llevan tilde y los verbos terminados en "uar", precedidos por "c" o "g", no se acentúan al conjugarlos.

"Hasta hace poco, era correcto decir "adecua" y "fragua"; e incorrecto decir "adecúa" o "fragúa". Pero resulta que a fuerza de "recoger los usos arraigados", se inventó un galimatías: ahora se puede decir adecua o adecúa, y también fragua, pero no fragúa.

"Lo de no acentuar la "u" después de "c" o "g" nunca fue una regla difícil de entender, se la enseñaba en la primaria y solía respetarse: ningún buen hablante decía "licúa" sino licua. Pero con el tiempo, hasta los locutores la acentuaron en la "ú".

"Curiosamente, con "averiguar" y "apaciguar" -que participan de idéntica regla (a "uar" le antecede "g")- no pasó esto: a nadie se le ocurre todavía decir "averigúo" ni "apacigúa". Como ambas son graves y terminan en vocal, podría argumentarse que por eso no llevan tilde; sin embargo, también lo son "adecua", "licua" y "evacua". ¿Entonces, por qué acentuarlas? Al clasificar los verbos según la consonante que precede a "uar", la RAE había reglado que cuando es "c" o "g", "el verbo diptonga en "uo" o "ua": averiguar, averiguo, averigua".

"Pero que en cambio, "cuando no es ni "c" ni "g", el verbo rompe el diptongo mediante el acento en la vocal cerrada (ú), produciéndose así un hiato: actuar, actúo, actúa".

"Con evalúa, reditúa, insinúa, acentúa, atenúa, etc., también se produce hiato, algo que el vulgo no sabe qué es, pero que debe caerle simpático, porque lo usa a troche y moche.

"Tanto, que el último diccionario de la RAE terminó por aceptar que "adecuar, licuar, evacuar y promiscuar se conjugan como actuar o averiguar" (sic), que como es sabido, no se conjugan igual, porque, o se actúa, con acento, o se averigua, sin tilde.

"Dicho de otra forma: hoy se puede decir adecúo, licúo, evacúo y promiscúo, tanto como adecuo, licuo, evacuo y promiscuo; aunque por suerte -quizás, para que quienes lamentan esta modernización, se apacigüen y no se "apacigúen"- todavía no ha decidido que se "fragúe" nada y mucho menos que se "averigúe".

"Es que, dado el caso, la RAE debería explicar por qué, al conceder esto, no anuló la regla que manda a conservar el diptongo "uo" en las conjugaciones precedidas por "c" o "g" y la que ordena no acentuar las palabras graves terminadas en "s", "n" o vocal. "La Academia no dice que las cosas tengan que ser así, no manda. Lo que hace es recoger los usos. Y solamente recoge los usos cuando están realmente arraigados, cuando tienen una valía en la lengua", dijo su secretario, Alfonso Zamora Vicente, con ánimo de aclarar, pero logró que oscurezca.

"¿Hay que escribir como manda la RAE hoy, o como lo hacía hasta ayer? ¿Hay que respetar las reglas ortográficas o ignorarlas? El lingüista Miguel Angel Monjas Llorente, en sendos documentos web sobre "Cómo acentuar en español", también se contradijo respecto de qué hacer con los verbos en "uar".

"En el documento del 6 de diciembre de 1996, afirmó: "Los verbos cuyo infinitivo termina en "cuar", llevan diptongo en la sílaba final. Por tanto, del verbo evacuar, la conjugación da "evacuo" y no "evacúo". Lo mismo vale para verbos como licuar o adecuar", subraya. (De la "g", ni se acordó).

"En cambio, los verbos que terminan en "uar", siendo la consonante que la precede diferente a "c", poseen un hiato y se dirá "habitúo" y no "habituo". (Otra vez, de la "g", ni jota).

"Pero en la versión 2.01 del 2 de febrero de 1998, Monjas Llorente recordó la terminación "guar", que había ignorado; se contradijo con licuar; y decidió a su gusto con evacuar.

"Los verbos cuyo infinitivo termina en "cuar" o "guar" -escribió- llevan diptongo en la sílaba final. Por tanto, del verbo evacuar la conjugación da e-va-cuo y no e-va-cú-o. Las únicas excepciones a esta regla son los verbos licuar y promiscuar, que aunque con diptongo en el infinitivo, producen hiatos en la conjugación (aquí sí que es válido li-cú-o)".

"El resto de los verbos que terminan en "uar", aún llevando diptongo en la sílaba final, producen hiatos en la conjugación y se dirá ha-bi-tú-o y no ha-bi-tuo", sostuvo finalmente.

"¿Será que el castellano es un nuevo chiste de gallegos?"

Cortesía de Rodolfo Díaz.

sábado, 6 de febrero de 2016

CLASIFICACIÓN DE LAS CONJUNCIONES




Las conjunciones se clasifican en diversos grupos, atendiendo a la función que cumplen en el relacionamiento de los componentes de una oración.

Conjunciones coordinantes — que vinculan componentes de una oración que tienen un nivel equivalente. Comprenden los siguientes sub-grupos:

Conjunciones copulativas — que unen los componentes de una oración: son Y, E, NI, QUE.

 

Y - E — integran dos complementos en la acción del verbo: Fuimos a Londres y a París. Cuando la palabra siguiente comienza por I, se sustituye Y por E para evitar el efecto cacofónico: Eres necio e ignorante; no puedes mezclar peras e higos.

NI — cumple la misma función entre proposiciones negativas: No fuimos a Londres ni a París.

 

QUE — funciona como conjunción cuando no resulta viable sustituirla por CUAL (precedida del artículo que corresponda); porque si eso es posible, no se trata de la conjunción sino del pronombre que: Estoy esperando que vengas (conjunción); el libro del que (del cual) estamos hablando (pronombre).

Conjunciones disyuntivas — al unir las oraciones o las palabras, expresan una elección entre opciones: son O, U, SEA, BIEN:

Tendré que elegir entre viajar a Londres o a París. Cuando la palabra siguiente comienza por O, se sustituye ésta por U: Tiene que elegir entre uno u otro.

Tendré que esperarla, sea que venga o no.

Puedes tomar el sol bien en la terraza, bien en el jardín.

 

 Es bastante frecuente la acumulación incorrecta de las conjunciones Y con O; pretendiendo con ello cubrir tanto la alternativa como la oposición:

Vendemos productos argentinos y/o brasileños.

Se trata de un empleo claramente incorrecto, por cuanto esas conjunciones expresan contenidos idiomáticos totalmente incompatibles:

Vendemos productos argentinos y brasileños.

Importaremos productos argentinos o brasileños.

 

Conjunciones adversativas — presentan opciones excluyentes y contrapuestas: son AUNQUE, PERO, MAS, EMPERO, SINO, SIQUIERA y las expresiones: AL CONTRARIO, ANTES BIEN, SI BIEN, NO OBSTANTE, SIN EMBARGO:

Iré a clase, aunque esté lloviendo.

Creo que son hermanos, pero no estoy seguro.

Desearía complacerte, mas no me es posible.

No pude lograrlo, empero haya hecho todo lo posible.

No llegué tarde a propósito, sino porque me quedé dormido.

No me han quedado ni siquiera unas moneditas.

No estoy equivocado, al contrario, tengo razón en lo que digo.

No ignoraba de qué estaba hablando, antes bien, estaba plenamente informado.

No es una mala película, si bien tampoco es una obra maestra.

Procuraré recibirlo, no obstante tener mi agenda completa.

Me aseguré que vendría, sin embargo todavía no ha llegado.

 

Debe distinguirse claramente la conjunción adversativa MAS (sin tilde), del adverbio de cantidad MÁS.

Conjunciones alternativas — que establecen alternaciones entre los términos de la oración: son ORA/ORA, YA/YA, SEA/SEA:

Ora leía el libro, ora observaba por la ventanilla.

Está absolutamente inquieta: ya va, ya viene.

Me da lo mismo, sea que llueva, sea que no.

 

Conjunciones subordinantes — que unen los componentes de una oración pero subordinando una a otra. Según la índole de la subordinación, se distinguen:

 

Conjunciones subordinantes causales — que indican la causa, razón o motivo. Son: PUES, PORQUE y la expresión PUESTO QUE:

No ignoraba de qué estaba hablando, porque estaba plenamente informado.

Lo recibí con todo gusto, pues me interesaba oír su opinión.

No me sorprendió lo dicho, puesto que ya lo sabía.

 

Conjunciones subordinantes comparativas — que establecen una comparación entre los términos que vinculan: son COMO y las expresiones ASÍ COMO, COMO QUE, DE ESTA MANERA.

Le atrae tanto el estudio como los deportes.

Lo interesa la música así como la literatura.

Le diré cuatro frescas, como que me llamo Juan.

Debes decirle todo, de esta manera estarás tranquilo.

 

 En tiempos recientes se ha generalizado un uso incorrecto de la preposición comparativa como que, lugar de la preposición condicional como si:

 

Es como que fuera un extraterrestre.

en lugar de:

Es como si fuera un extraterrestre.

 

Conjunciones subordinantes condicionales — indican la subordinación respecto de una circunstancia incierta o supuesta, que obra como condición: son SI, COMO y las expresiones SIEMPRE QUE, CON TAL QUE, DADO QUE, YA QUE, UNA VEZ QUE.

Le avisaré, si llego a tiempo.

Hazlo como puedas.

Le hablé como si fuera su padre.

Le diré eso siempre que me escuche.

Trataré de detenerlo con tal que lo alcance.

Espero que no se haya ido dado que se lo previne.

Debería guardar reserva una vez que se lo hayamos explicado.

 

Conjunciones subordinantes continuativas — que habilitan a proseguir el discurso: son PUES, ASÍ y las expresiones ASÍ QUE, AHORA BIEN, SOBRE TODO.

Espero me hayan comprendido, pues creo haberlo explicado bien.

Ese vestido está manchado: así no puedes presentarte.

Se lo dije claramente, así que espero que lo tome en cuenta.

El equipo hizo lo que pudo, ahora bien, debieron estar mejor preparados.

París es maravillosa, sobre todo en primavera.

 

Debe evitarse cuidadosamente el grueso error de confundir la prenda de vestir, el sobretodo, con la conjunción continuativa SOBRE TODO.

 

Conjunciones subordinantes finales — aportan en la oración una relación de finalidad: son PARA, PORQUE y las expresiones PARA QUE, A FIN DE QUE, CON EL FIN DE QUE.

Es necesario estudiar para enriquecer nuestros conocimientos.

Practico la computación porque me gusta.

Siempre hay que mantenerse mentalmente activo, a fin de superarse permanentemente.

Planificaron todo cuidadosamente con el fin de que nada fuera a fallar.

 

Conjunciones subordinantes ilativas — vinculan una parte de la oración en calidad de consecuencia de lo antes expresado: son AUNQUE, LUEGO, PUES y las expresiones POR CONSIGUIENTE, ASÍ QUE, EN CONSECUENCIA, DE MANERA QUE.

Me propongo resolver este problema aunque me lleve horas hacerlo.

“Pienso, luego, existo” — dijo el filósofo Descartes.

Le compraré un automóvil si aprueba todos los exámenes, pues se lo he prometido.

Ya estamos todos presentes, por consiguiente podemos iniciar la reunión. Ya estamos todos presentes, así que podemos iniciar la reunión.

Este asunto está terminado, de manera que podemos archivar toda la documentación.

 

Conjunciones subordinantes temporales — vinculan los términos de la oración por relaciones de precedencia temporal: son CUANDO, ANTES, LUEGO, DESPUÉS, EN SEGUIDA.

Comenzó a llover cuando estaba llegando a mi casa.

Trataré de llegar a mi casa antes de que comience a llover.

Nos vemos luego.

Te llamaré por teléfono después de almorzar.

Iré a tu casa en seguida que termine mi horario de trabajo.

 

unir palabras o grupos de palabras.

Py Luis son hermanos. Pedro corre y Luis salta.

Clases:

Clases
Significados
Formas
Copulativas
Dan idea de suma o acumulación
y, e, ni
Adversativas
Dan idea de contraposición
mas, pero, sino, sino que
Disyuntivas
Dan idea de opción
o, u
Causales
Establecen relación de causa
porque , pues, puesto que
Condicionales
Expresan una condición
si, con tal que, siempre que
Concesivas
Indican dificultad que no impide
aunque, si bien, así, por lo tanto
Comparativas
Relacionan comparando
como, tal como
Consecutivas
Expresan una consecuencia
tan, tanto que, así que
Temporales
Dan idea de tiempo
cuando, antes que
Finales
Indican una finalidad
para que, a fin de que

 























































Clases
Significados
Formas
Copulativas
Dan idea de suma o acumulación
y, e, ni
Adversativas
Dan idea de contraposición
mas, pero, sino, sino que
Disyuntivas
Dan idea de opción
o, u
Causales
Establecen relación de causa
porque , pues, puesto que
Condicionales
Expresan una condición
si, con tal que, siempre que
Concesivas
Indican dificultad que no impide
aunque, si bien, así, por lo tanto
Comparativas
Relacionan comparando
como, tal como
Consecutivas
Expresan una consecuencia
tan, tanto que, así que
Temporales
Dan idea de tiempo
cuando, antes que
Finales
Indican una finalidad
para que, a fin de que

¿HUBO O HUBIERON ?

  Hubo es el verbo “haber” conjugado en segunda o tercera persona singular del pretérito perfecto simple y se utiliza como verbo auxiliar o ...