- Primero medite con detenimiento lo
que desea expresar, ordenando las
ideas accesorias en torno a la idea principal. Antes de empezar a
escribir, debe tener una idea muy clara de lo que quiere decir.
- Hay que dar unidad al texto, evitando
cambios bruscos de tono o de perspectiva. Procure ligar el principio de
una frase, con el final de la frase anterior.
- Si tiene poca práctica en redacción,
no pretenda lograr una versión definitiva al primer intento. Es
conveniente hacer esquemas y borradores.
- Hay que emplear el sustantivo y el
verbo (las piedras angulares del idioma), en forma adecuada.
- Elimine el uso o acumulación de
adjetivos innecesarios.
- Use el adverbio apropiado al verbo
que desea que modifique.
- Tenga cuidado con los adjetivos
terminados en mente. La manera de evitar repeticiones es decir por ejemplo
con facilidad, en vez de fácilmente.
- Use con propiedad las preposiciones y
conjunciones necesarias para lograr cohesión y claridad.
- Aunque los modos adverbiales y los
modismos dan colorido y sabor a la expresión si usted los emplea
oportunamente, no abuse.
- Tampoco abuse de modos conjuntivos,
hasta donde sea posible evite expresiones como por consiguiente, a fin de
que, esto es, por lo tanto, con todo, etc.
- Preste atención al significado del
pronombre “su”, que puede ser “su” de usted, “su” de él, “su” de ella,
“su” de ustedes, “su” de ellos y “su” de ellas. En este punto, la falta de
precisión echa por tierra la calidad del texto.
- El gerundio es un derivado verbal muy
delicado. Repase todo lo que sabe de él, y si no está seguro de que lo
emplea con propiedad, sustitúyalo por otras formas verbales.
- Está de moda escribir sin el menor
sentido de puntuación. Ciertos autores siguen adrede esta costumbre poca
ortodoxa, aunque mucha gente no puede entender lo que escriben. Puntúe
correctamente sus escritos.
- Una puntuación correctiva evita
diversas interpretaciones del texto. La puntuación da diferente
significado a las oraciones, por ejemplo:
Señora de la tienda, la llaman.
Señora, de la tienda la llaman.
“Señora de la tienda” la llaman.
·
No menosprecie los acentos, aunque
oiga que un día acabarán por suprimirse. Mientras llega ese día, úselos
correctamente. No es lo mismo decir el hombre solícito que el hombre solicitó.
·
Evite el uso de palabras
rebuscadas e incomprensibles. Entre dos sinónimos, elija siempre el más
conocido y el más breve. Por ejemplo, no hay por qué decir “oblación” si se
puede decir “ofrenda”.
·
El uso de palabras extranjeras
sólo está justificado cuando en español carecemos de voces equivalentes.
·
No todos los neologismos merecen
carta de naturaleza en el idioma. Sea usted cauto al usarlos. Pregúntese si
verdaderamente son necesarios, y deje a los peritos la tarea de renovar el
lenguaje.
·
Evite la repetición de sonidos,
porque es desagradable al oído.
·
En español hay libertad para
ordenar las palabras en la oración, sin embargo, algunos giros resultan
forzados. Use los que a su juicio sean más naturales.
·
No limite ningún estilo
determinado, créese uno propio. No hay en el mundo dos personas iguales; si lo
que dice o escribe obedece sólo a usted mismo, será original, no se parecerá a
lo dicho o escrito por alguien más.
·
Si escribe usted para que otro u
otros lo entiendan, hágalo en la forma más clara, sencilla y concisa que le sea
posible.
·
Evite los lugares comunes y las
frases hechas. Si hace alguna cita, póngala entre comillas y mencione a autor.
·
Procure leer y releer lo escrito
antes de enviarlo a su destino. Quizá encuentre algo que corregir.
·
Por seguir la norma anterior, no
caiga usted en la manía de la perfección, como quienes cambian veinte veces la
forma de cada frase y nunca quedan conformes. El exceso de autocrítica
perjudica y aún hace enmudecer a no pocos escritores.
·
Por último ¡fuera complejo de
inferioridad! todos tenemos derecho a expresar lo que pensamos. Y más aún si es
una buena idea y está expresada correctamente.
“La
fuerza de las palabras”. México, Selecciones del Reader’s Digest, 1989. (pp.
604-606)
Ma.
Elena Castro
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