Entre la miríada de palabras latinas que las legiones romanas arrastraron a la península Ibérica, llegaron “dextra” y “sinistra“, que la fonética peninsular convertiría en diestra ysiniestra. Además de su significado original, cargaban ya con prejuicios engendrados por rancias supersticiones; prejuicios que, con el tiempo, serían causa de su decadencia en la naciente lengua castellana.
A veces, lo que no es común nos asusta y la ignorancia nos lleva a creer que se trata de cosas malignas. Así debió pasar con lo que se pensaba de los zurdos, ese 10% a quienes la caprichosa naturaleza les dio habilidad en la mano “equivocada”. Esa desviación no podía ser sino cosa del demonio y, de esta circunstancia, bien pudo nacer esa idea de relacionar la derecha con el bien y la izquierda con el mal.
Esta es una historia antigua de la que ya encontramos huellas en la Biblia. En Mateo 25 encontramos estas palabras:
“…separará a unos de otros, poniendo a las ovejas a su derecha y a los machos cabríos a su izquierda”.
En la sociedad romana, los augures volteaban al cielo y si las aves aparecían por el lado izquierdo, era señal de malos presagios; pero si aparecían por el lado derecho, no había razón para preocuparse, las cosas irían bien. Vestigios dejaron en nuestra lengua aquellas creencias. Todavía hoy, decimos que nos levantamos con el pie derecho si el día va pintando bien o con el pie izquierdo cuando ya solo falta que nos orine un perro.
Otra historia, pero relacionada, es el hecho de denominar como “izquierda” a las fuerzas políticas revolucionarias y como “derecha” a las conservadoras. Todo empezó en París, al inicio de la Revolución
Francesa. El 28 de agosto de 1789, se efectuó la Asamblea Constituyente, en la que el asunto a discutir era el veto del rey. Los diputados que pertenecían a la nobleza, estaban a favor de mantener la ley que permitía a Luis XVI decir la última palabra en materia legislativa. Ellos se sentaron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que los diputados que pedían la desaparición definitiva de esta ley, se sentaron a la izquierda. Desde entonces, se extendió el uso de estas palabras para nombrar a las opuestas corrientes políticas. No sé si fue casual la elección del lugar en que se sentaron, pero bien pudo ser por el influjo de la vieja superstición: los “buenos” a la derecha y los “malos” a la izquierda; donde, como suele suceder, la clasificación era por cuenta de la clase en el poder.
Francesa. El 28 de agosto de 1789, se efectuó la Asamblea Constituyente, en la que el asunto a discutir era el veto del rey. Los diputados que pertenecían a la nobleza, estaban a favor de mantener la ley que permitía a Luis XVI decir la última palabra en materia legislativa. Ellos se sentaron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que los diputados que pedían la desaparición definitiva de esta ley, se sentaron a la izquierda. Desde entonces, se extendió el uso de estas palabras para nombrar a las opuestas corrientes políticas. No sé si fue casual la elección del lugar en que se sentaron, pero bien pudo ser por el influjo de la vieja superstición: los “buenos” a la derecha y los “malos” a la izquierda; donde, como suele suceder, la clasificación era por cuenta de la clase en el poder.
En la España romanizada, por siglos, diestra y siniestra se usaron para nombrar a las manos y sus lados asociados, hasta que apareció una intrusa. En territorio vasco, “ezquerra” era la palabra para denotar al lado izquierdo, cuando pasó al castellano se convirtió en “izquierda”. Esta palabra, poco a poco, entre el siglo XIV y el siglo XV, le fue ganando la batalla a “siniestra”, que el pensamiento supersticioso le había dado también los significados de “funesto, perverso, malvado”. Quizá esto explique la preferencia de los hablantes por “izquierda”. Mientras tanto, “diestra” lentamente fue cediendo ante su sinónima “derecha”, también de raíz latina (directus).
Aunque, diestra y siniestra siguen en el diccionario significando “mano derecha” y “mano izquierda” respectivamente, es muy significativo que para definirlas haya que recurrir a las palabras “derecha” e “izquierda”, siendo que, en otro tiempo, fue al revés.
Queda como huella de la antigua gloria de este par, la expresión que todavía usamos para referirnos a algo que se hace sin tino, sin orden; sin discreción ni miramiento… hacer algo “a diestra y siniestra”.
Queda como huella de la antigua gloria de este par, la expresión que todavía usamos para referirnos a algo que se hace sin tino, sin orden; sin discreción ni miramiento… hacer algo “a diestra y siniestra”.
Escrito por Arturo Ortega Morán.
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